sábado, 29 de enero de 2011

CUANDO LA DIGNIDAD MURIO EN SU INTENTO POR AMAR

El amor tiene un concepto muy amplio y por supuesto es más complicado, todas las culturas tenían una idea sobre que es el amor, lo permitido y lo censurado; la norma general en aquellas épocas era el clasismo, uno no se podía enamorar de quien no era de su clase, claro que siempre existieron quienes rompen las reglas e inspiran relatos como Romeo y Julieta, La Dama de las Camelias, 20 Poemas de Amor y Una Canción Desesperada, etc. Obras clásicas que derrochan drama y romanticismo. Nadie puede negar que en ese tiempo la forma de enamorar fuera la más digna y elegante; como merece ser tratado el amor.

Desde las cartas con poemas, hasta los mensajes en el facebook, el amor nunca va a cambiar seguirá siento ese sentimiento incomprendido que da fuerza y sentido a la vida; pero si seguirán inventado nuevas formas para amar. Existen muchas clases de amor, entre ellas está eros; el amor sexual o erótico, el que según la biblia se le concede a un varón y una mujer; es de esta de quien vamos a hablar.

Mundialmente el amor en los años 60s da un vuelco gigantesco, por la aparición del fenómeno social denominado Hippie; una cultura que predicaba la paz y el amor libre, que junto a otros componentes como: drogas, la música y el contexto bélico mundial, dan un sentido diferente al amor. La cultura Hippie, que profesaba el amor, fue la misma quien la convirtió y degeneró en libertinaje sexual, un claro ejemplo son las películas adaptadas a esa época que demuestran la facilidad e irresponsabilidad con que las parejas mantenían relaciones; pero el sentido romántico en esta época fue la más resaltante, dejando ofrendas de amor como la música de Janis Joplin, o mi favorito Joe Cocker.

El movimiento Hippie permaneció hasta parte de los años 70s, está década se caracteriza por la renovación tecnológica; aparece la televisión a colores y con ella una lluvia de telenovelas latinoamericanas, entre las más importantes: Los Hermanos Coraje, Nino, Esmeralda y Simplemente María, que pasa de ser una radionovela de los 60s, a la más recordada telenovela peruana de los 70s, estas novelas dejan un efecto en la sociedad, personas y parejas tratan de imitar la forma de vida de sus actores favoritos , por ejemplo la empresa SINGER agradecerá siempre a la telenovela Simplemente María. La forma de amar de esta década es formateada por los medios de comunicación dándole un pequeño retroceso a la decencia.

Los años 80s traen la aparición del SIDA o la peste rosa como era conocida, el mundo sufre con esta enfermedad social, se genera desconfianza, discriminación y xenofobia a las personas infectadas y homosexuales; las relaciones sexuales comienzan a ser acompañadas con el uso del preservativo y se es más precavido al escoger a un novio o novia. El romanticismo en esta época es apañada por las enfermedades y problemas sociales.

Los avances tecnológicos como la aparición del celular, el internet, caracterizan a la década de los 90s, claro que el Perú aun vivía el amor en tiempo del cólera en el 91, el autogolpe del 93 y toda esa década con el fenómeno tecno cumbia. El romanticismo comienza a sentir un golpe gracias a la tecnología que facilita la vida y la hace dependiente de ella, las parejas ya no viven un mundo de amor, se preocupan más por trabajar para ganar dinero y dejan de lado el cariño; el stress es un nuevo enemigo al igual que la globalización, el tiempo es oro y no hay oro para el amor.

Las relaciones amorosas son cada vez más precoces en la primera década del siglo 21, se perdió toda formalidad en el cortejo, las invitaciones se hacen por medio del internet, se cambió la serenatas por canciones dedicadas en el youtube, los piropos por los me gusta del facebook, parejas púber adornan las plazas y discotecas, el crecimiento en el índice de menores embarazadas. No hay que tomar literariamente el dicho: “para el amor no hay edad”.

La forma de amar está en un proceso de evolución, una evolución que terminará cuando el hombre deje de existir; pero sus bases estas puestas, en poemas de Becker, en películas y telenovelas, en canciones y quizás en crónicas como esta.

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